He soñado con cosas terribles, otro de esos malos sueños en los que quisiera buscarte para que hagas un hueco para mi y mi almohada destartalada. En eso me he perdido en la Desolation Row, y he dejado que siga su camino, que me lleve donde sea que va. El cielo ha tomado un color verdoso aterrador. El humo sale de mis dedos y se pierde entre las hojas brillantes del Ficus bejamina que se interpone entre la calle y el espacio exterior. Luego veo ese cielo enfermo y me pregunto si Dios también estará enfermo. Si pensará en la tristeza y la soledad. Y me respondo que no, que Dios es un tipo diferente. Y me vuelvo a sentar porque no hay nada que hacer y el sueño no llega. Y la página 167 de jPod me lleva a una de esas portadas con palabras al azar donde se lee DORITOS en arial doble y en negrita, y decido que es suficiente y abandono la historia, para mañana tal vez. Luego veo las letras torcidas y manchadas en las que aparecen tus cosas, ya sabes, las cosas que me hacen recordar que aun estas ahí, en cada instante de tristeza diaria, las canciones simples, BOB, una nube con tu cara, un olor pasajero que me reconoce en la calle Corrientes al 1200.
A veces creo que estoy a punto de transformarme en alguno de esos villanos enemigos de la humanidad. Y por momentos se siente reconfortante. Tanto odio tiene que producir algo, lo que sea, pero debe mutar en algo.
Pero supongo que de eso se trata, de amigarse con el viaje, con el camino a cuestas y mirar los ratos pasados que fundan inevitablemente la senda del túnel que lleva hasta esa montaña que buscas locamente, llena de pájaros e insectos amigos que no saben tu nombre, ni tu pasado, y te hacen la vida mas fácil. Y donde las tardes no son mas que el tiempo detenido, arrastrado a quien sabe que chorrito de agua paseando por las costas del mundo. Y todo parece demasiado y tal vez no lo puedas soportar, el alma a veces se llena de esas cosas, de imágenes, sonidos, de pensamientos sueltos que te hacen creer que existe algún lugar donde puedes dejar pasar lo que te empeñas por atrapar. Te parece suficiente? Pues entonces no intentes salvarte, no intentes escaparte ni bostezar. Hay un sinfín de aventuras esperando a la vuelta de la esquina, pásate, saluda, da las gracias, hechate a calmar la sed, pierdete en las pesadillas, en las tristezas de la noche que se hace fría con el viento del sur. Con el viento que siempre trae la calma.
Pero también se hace pesada la estadía, la vida, y el motor que alguna vez te llevó por lugares nuevos ya no funciona, o nunca lo hizo, y pensaste que podías caminar, pero tus pies sangran y no quieren acompañarte. Y piensas en tirarte en el pasto, bajo algún buen árbol amigo a calmar el ansia que te trae lleno de miedos que no reconoces aunque intentas. Y te las arreglas para tratar con esa tristeza que llevas como parte de la carne y la piel. Viviendo en una simbiosis eterna con tu cuerpo cansado.
Y si crees que puedes con ello, inténtalo, lárgate de aquí, miente al sacerdote, al tipo del pan. Pierdete en las sombras, solo ahí estarás a salvo. Solo ahí podrás descansar, meterte en el agua dulce como pez de bañera. Como anfibio prehistórico, quieto, humeante, pensante. Solo ahí olvidaras el miedo, porque será parte de tu mente, será parte de tus pasos, de tu espada afilada. Y tu lucha tendrá sabor a fresas y a leche tibia.
Y tu sangre tendrá el color de las hojas del otoño, desparramada sobre la cama limpia, esperando por la noche y la tristeza, y el café azucarado del dia del mal. Del día de la pesadilla final.
A veces creo que estoy a punto de transformarme en alguno de esos villanos enemigos de la humanidad. Y por momentos se siente reconfortante. Tanto odio tiene que producir algo, lo que sea, pero debe mutar en algo.
Pero supongo que de eso se trata, de amigarse con el viaje, con el camino a cuestas y mirar los ratos pasados que fundan inevitablemente la senda del túnel que lleva hasta esa montaña que buscas locamente, llena de pájaros e insectos amigos que no saben tu nombre, ni tu pasado, y te hacen la vida mas fácil. Y donde las tardes no son mas que el tiempo detenido, arrastrado a quien sabe que chorrito de agua paseando por las costas del mundo. Y todo parece demasiado y tal vez no lo puedas soportar, el alma a veces se llena de esas cosas, de imágenes, sonidos, de pensamientos sueltos que te hacen creer que existe algún lugar donde puedes dejar pasar lo que te empeñas por atrapar. Te parece suficiente? Pues entonces no intentes salvarte, no intentes escaparte ni bostezar. Hay un sinfín de aventuras esperando a la vuelta de la esquina, pásate, saluda, da las gracias, hechate a calmar la sed, pierdete en las pesadillas, en las tristezas de la noche que se hace fría con el viento del sur. Con el viento que siempre trae la calma.
Pero también se hace pesada la estadía, la vida, y el motor que alguna vez te llevó por lugares nuevos ya no funciona, o nunca lo hizo, y pensaste que podías caminar, pero tus pies sangran y no quieren acompañarte. Y piensas en tirarte en el pasto, bajo algún buen árbol amigo a calmar el ansia que te trae lleno de miedos que no reconoces aunque intentas. Y te las arreglas para tratar con esa tristeza que llevas como parte de la carne y la piel. Viviendo en una simbiosis eterna con tu cuerpo cansado.
Y si crees que puedes con ello, inténtalo, lárgate de aquí, miente al sacerdote, al tipo del pan. Pierdete en las sombras, solo ahí estarás a salvo. Solo ahí podrás descansar, meterte en el agua dulce como pez de bañera. Como anfibio prehistórico, quieto, humeante, pensante. Solo ahí olvidaras el miedo, porque será parte de tu mente, será parte de tus pasos, de tu espada afilada. Y tu lucha tendrá sabor a fresas y a leche tibia.
Y tu sangre tendrá el color de las hojas del otoño, desparramada sobre la cama limpia, esperando por la noche y la tristeza, y el café azucarado del dia del mal. Del día de la pesadilla final.
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