5 de marzo de 2009

Teatime

17 hs. Bueno, 17:07. La hora del té. Aca no hay té porque nadie lo necesita. Aca nadie piensa en la hora del té. En la hora de la merienda. En el suspenso de la tarde para separar el tiempo en dos grandes momentos. La hora del té y luego de la hora del té. El momento sagrado en el que todo se sumerge en la burbuja del pensamiento de la hora en que baja el sol. En el momento en que enchufo las melodías de turno para garabatear alguna cancioncita para acompañar el ritual. La hora del té. La tristeza que no aparece, que no alcanza para vaciarse de esperanza. Que no sabe donde ir, no tiene lugar. Y el otoño que no llega, no se asoma a ver como va todo, muy bien, gracias por preguntar. Gracias por venir. Chau. Dame un segundo. Dame una eternidad. Dame el viento y el mar para rajar de aca. Pero yo no puedo volar. Me habia olvidado. Es Teatime. Es bedtime y lovetime y sadtime. Es todos los times que quieras, ponele. Ponele lo que quieras, seguro queda bien. Seguro te queda bien. Seguro te acompaña a dormir, a charlar con el insomnio. Seguro te despierta a la mañana y te recuerda que día es, que camino hay que caminar. El subte que hay que tomar. Seguro la pasa bien. Seguro se toma un té. Verde, azul, de cualquier color, a mi que me importa.
Pero es tarde, es la tarde que no sabe que hacer, que nube bajar. Y piensa en zafar. Matar. Morir. Viajar. Dibujar. Y las cintas desparramadas sobre la mesa, las tiritas, la sangre a chorros, las masitas de limón, el azúcar negro que es mas rico pero no hay, y tampoco hay ganas, y claro, tampoco hay té. Gracias, prefiero el café.



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