A veces creo que lo único que puede arreglar todo el desastre de este planeta, es una gran explosión nuclear. Un destello, una nube de polvo, el sonido agudo previo al silencio absoluto, luego el resplandor cegador e inmediatamente el final. La oscuridad absoluta que llega para bendecir la tierra virgen.
La humanidad ha quedado en el olvido, y todos los rastros de su existencia se han esfumado hacia el cosmos.
El siguiente paso es la reconstrucción del caos, y uno a uno los rayos del sol atraviesan delicadamente las partículas que han sobrevivido al impacto. Algunas gotas de lluvia progresivamente van cubriéndolo todo, bañando de vida todos los restos inertes de una civilización olvidada.
Entonces, sin más, todo comienza.
Las aves, las nubes, las hojas de los álamos que planean todos los bosques, las piedras, la brisa del verano, los mares, el cielo, las manos, la piel, el sol reflejado el los charquitos que deja la lluvia, las tazas de café, las miradas, el amor.
Los animales comienzan a aparecer, desde las cuevas y las montañas y los bosques que los álamos crearon. La tierra ofrece ese espectáculo.
Las personas. Los abrazos, las sonrisas, el tiempo que todavía nadie ha notado, las palabras que aún nadie ha inventado, el mundo avanza y no hay palabras, no hay odio ni venganza, no hay dolor ni muertes. Aún nadie lo ha inventado.
Y la tristeza. La tristeza nadie la ha inventado, pero está ahí, siempre ha estado.
Un hombre solo. Triste. Nadie lo ha inventado, pero está ahí, viendo el mundo desde su ventana. Viendo las calles y los otros hombre que no son como él. Viendo el tiempo, que pasa por la esquina, que nunca se detiene. Ve la tristeza. Ve el día y la noche.
Una vez vió un librito, se llamaba "Los Tristes", y no había nadie feliz. No lo tomó. No había nadie feliz.
La felicidad aún no ha sido inventada. El mundo puede funcionar sin ella. El mundo funciona perfectamente sin ella. Sin la vida.
A veces mira por la ventana y ve una persona real, pero ya es viejo. Pero es real, es solitario y real. Y no es feliz. Es un hombre real porque puede decir la verdad, puede amar y no preguntarse que es lo que esta mal. Puede rezar, puede soñar y despertar contento. Puede hablar con su perro y tener largas charlas. Es real, pero es viejo. Es viejo pero no importa. Porque el mundo aún ha comenzado. El mundo acaba de nacer. Y es real.
El futuro se aproxima, ya está acá.
26 de noviembre de 2011
PRINCIPIANTES
10 de junio de 2011
CAPITULO 1. NADIE SABE QUE ESTÁ AHÍ.
Medianoche. El viento helado con migajas de cenizas da silbidos aleatorios que se parecen a la banda sonora de algún dibujo animado de Disney. Yo me pregunto porqué no hay casi ningún sonido afuera, e instantáneamente me respondo que tal vez es uno de esos momentos en los que la vida se detiene para darnos algún obsequio. El silencio de esta medianoche llega como una ultima esperanza. Y entonces uno casi no debe preocuparse por pertenecer a la case media-baja y tener que soportar la vida diaria, los autos, los malos olores y el sentido común de quienes no tienen más que eso. Llega para que uno pueda pasarse el rato, mirar videos, tomar café y habitar despreocupadamente porque sabemos a ciencia cierta que mañana no estará.
Resulta demasiado triste y real. El silbido agudo del viento, la tormenta, el frío del otoño, algunos insectos tratando de aparearse… toda una secuencia de acontecimientos que nos ignoran, que nada más suceden porque existe un equilibrio insuperable que simplemente está ahí, aguardando que todo suceda. Y uno se tiene que conformar con las pantuflas, con ir a dormir y que las sábanas no estén lo suficientemente frías, con mirar el cielo y saludar a tu padre.
A veces todo eso parece suficiente. Simplemente saber que mañana todo estará ahí. Tal como lo dejaste.
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sara otoño
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2 de febrero de 2011
UN HOBO ME LO HA DICHO.
No se que ha pasado. De repente se siente bien. Supongo que el verano está teniendo algo de piedad, y me deja pasar los ratos, pensar... algo así. Mirar el cielo repetidas veces y creer felizmente que aún sigue ahí. Aguardando fielmente a que algo suceda. Cualquier cosa.
No se que ha pasado, ya no tengo miedo de pensar donde podría encontrarme cuando todo se acabe por completo. Cuando las especies dejen de evolucionar, cuando Coca Cola no exista más.
No se que es lo que ha pasado. Hoy he creído. Hoy he sentido esperanza, y estaba ahí, la he visto, o algo así.
No se que ha pasado, ya no tengo miedo de pensar donde podría encontrarme cuando todo se acabe por completo. Cuando las especies dejen de evolucionar, cuando Coca Cola no exista más.
No se que es lo que ha pasado. Hoy he creído. Hoy he sentido esperanza, y estaba ahí, la he visto, o algo así.
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sara otoño
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8 de enero de 2011
CAPITULO 0. TAN REAL COMO EL YOGUR.
Evoco recuerdos. Luego tal vez me disculpo amablemente y me levanto por una taza de café, la primera del año. Veo un enorme parque, robles y álamos que parecen espíritus de otros bosques que están aquí para salvarnos. Que son los amigos del universo, los viajeros desconocidos que nos guían por la ruta hacia cualquier otro territorio algo más prometedor. Recuerdo esos gigantes, recuerdo la hierba húmeda y el rocío del verano en forma de gotitas cristalinas, recuerdo el silencio frente a la espesa oscuridad que rodeaba todo ese hermoso mundo silvestre. Y luego la medianoche. El ritual espontáneo de quedarse de pie, como agudizando el oído para recibir, con ciencia cierta, otro día más. Tal vez el primero.
Y todo eso lo recuerdo, porque tenía 9 o 10 años. Y porque todos los buenos recuerdos van alcanzando un lugar privilegiado dentro del bolsillo prohibido de la memoria que ya parece estar repleto y ahora ningún recuerdo alcanza los méritos suficientes para merecer su estadía.
Hoy no hay más recuerdos.
Afuera, en esta pequeña ciudad quedan algunas impresiones sonoras de festejos inconcientes de habitantes alegres. Sí, festejos, aunque me lo pregunte una y mil veces. Festejos. Nadie sabe porqué ni como pero los habitantes festejan.
El vientito de los 27 grados sopla y revuelve y anima todas las nuevas esperanzas que uno no se atreve a admitir estando sobrio. Porque muchas veces son demasiado cursis, demasiado reales, demasiado siniestras para admitir. Y prefiero mentir algún deseo, tomarme el resto de la sidra, parecer un buen ser humano. Esconder las palabras como esconden todas las maravillas algunos de esos volcanes en Islandia, y sentirse merecedor y temeroso de esas tierras blancas, frías, abismales, solitarias. Y no se porque pero le permito a mi memoria dar vueltas y saltitos y tomar altas dosis de líquidos inofensivos que me preparan para combatir con el mundo exterior. El de la vida real.
Y luego tal vez soy parte de alguna de esas noches en las que todo sucede demasiado deprisa y me pregunto que estoy haciendo, porque lo estoy haciendo, y le dejo lugar a las incertidumbres porque habitualmente se las arreglan mejor que yo. Y el camino de vuelta es más lento de lo que esperaba porque no hay nada esperando al final.
El cuerpo algunas veces no puede soportar todas esas historias que te mantienen vivo. Y pienso que tal vez debe ser así, el envase simplemente no viene preparado para estar despierto lo suficiente.
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