Había tenido un día horrible. Lo único que anhelaba era llegar a mi casa del piso 7 y echarme una inmensa siesta. Y eso fue lo que hice. Solo necesitaba un poco de silencio, y algo de soledad para soportar la melancolía que llegaba otra vez repentinamente. Cuando salí del ascensor sentí una especie de alivio, como si de alguna manera hubiera algo esperando detrás de la puerta numero 7. Pero no fue así. Así que tome aire y giré dos veces la llave, no había nadie, y eso me dio cierta felicidad, y luego también algo de tristeza. Me saqué la remera blanca que llevaba desde hacia días sin sostén, y decidí que necesitaba un baño. Me quedé largo rato bajo el chorro de agua fría, y recuerdo que otra vez maldije no tener senos más grandes. Luego me metí en la cama. Estaba suave y blanda, como me gustaba. Y pensé en agradecerle a alguien por un momento así, en el que sentía tanta felicidad de repente, pero no supe a quien, así que simplemente me dormí.
Cuando me desperté todo estaba en su lugar, y vi que la cortina se movía un poco. Me levanté sin vestirme y fui hasta la ventana, sentía algo de curiosidad. Me quedé ahí mirando todo, la gente fumando, los autos, y el cielo que estaba de un color estupendo. Tomé una fotografía mental de ese momento, para recordarlo más adelante, porque sabía que lo iba a necesitar, para cuando me pusiera triste otra vez.
No se cuanto tiempo me pasé en la ventana, no es importante. Pero después decidí que tenía que salir, buscar a alguien. Y pensé en visitar a un amigo, pasarme por su casa a charlar y ver alguna película. Me pareció un buen plan, así que salí. En la calle todo el mundo estaba apurado, y eso siempre me ponía odiosa, pero no tenía ánimo para deprimirme por eso. Caminé algunas cuadras bajo la lluvia, no lo mencioné, pero del cielo ese estupendo que había, caían algunas gotas tibias que no le hacían daño a nadie. Solo se estrellaban en el asfalto y formaban montones de charquitos de agua sucia. Caminé montones de cuadras, calles, vi dos o tres vagabundos que estaban mirando el mundo, atentos, como si se tratara de una película de Dios. Y me pareció que eso estaba bien.
Cuando llegué hasta la casa de mi amigo, otra vez me invadió esa tristeza, como una bruma que llega de repente. Y no tuve valor para llamar. Así que hice lo único que podía hacer en esos momentos. Caminar. No sabía donde ir, solo sabía que no quería volver a mi casa, y mucho menos buscar a otra persona, no quería pasármela con ninguna persona.
Recorrí todas las calles que pude, buscando, buscando locamente, no sabía que, pero algo tenía que encontrar. Llegué al parque. Sabes cual. El enorme parque con bosques y aves nocturnas. Donde pueden verse las nubes resplandecer en el cielo negro. Por suerte no había nadie, lo tenía todo para mí. Sabía que no se podía nadar, pero no me importaba, así que me saqué la ropa y me metí en ese gran charco salpicado de gotas de lluvia. Me quede ahí acostada, flotando, queriendo ser más pez, más ave, más nada. Y entonces me dije que era un buen momento para usar la fotografía mental, pues me sentía triste. Cerré los ojos e intenté ver esa imagen, los colores, los sonidos, el humo que salía de la gente, intenté perderme en ella, ser parte de ella. Y también quise hundirme en el agua. Y eso hice. No tenía otra cosa que hacer.
hola sara
ResponderEliminarsara hermosa
entre de casualidad.
ResponderEliminarme gustaron algunos textos dylanescos...
un beso